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miércoles, 20 de julio de 2011

La Relatividad IV

Paráfrasis más, paráfrasis menos, lo que hasta aquí hemos considerado respecto al problema de la representación es la persecución de una posible conciliación entre el espacio del orden y el orden de la reflexión.

El espacio del orden se encuentra presente como movimiento de la cosa, no una, dos, el punto de masa y las manecillas (sistema). Del segundo, el orden de la reflexión, se encuentran objetos que son representaciones científicas del propio espacio del orden, la carátula del reloj y las ecuaciones del movimiento como régimen trascendental de apercepción y contabilidad.

Al resto, el Postulado de Relatividad es un intento por hacer coincidir el espacio del orden a la reflexión del orden.

En su quanta historiográfica tal ejercicio implicó expurgar del espacio de la reflexión el orden de los conceptos que se pensó eran la cosa misma y no meras representaciones. Tal el caso del éter (no ser).

Cuando que si ni a la materia ni al éter se le puede adjudicar el estatuto de esencia como para hablar de ellos en tanto existencia del concepto –ser / no-ser –, resulta luego que, en la mutua propiedad de tiempo y de espacio, sus categorías supuestas como cosas en sí (sujetas y dispuestas a cálculo lógico, racional y ordenado) son maneras en que el movimiento (aparece – es cuantificado) como rango correlativo al relato de instancias que se propician en el curso de cada historia – (plexo de eventos).

Por ello no resulta sencillo considerar al movimiento epistémico que se juega en 1905 como una simple conciliación, que falta descubrir la otra simultaneidad puesta en juego, determinantemente y más profunda –abismo –: un papel que explica el porqué de este análisis al texto de Einstein.

El dominio intermedio, el ahí de la cultura, queda implícito en el problema teórico de Einstein pero no como una cosa simple, sino como representantes de dos objetos culturales que constituyen la simultaneidad de dos eventos, la búsqueda por la determinación del movimiento –es decir la búsqueda de la representación del movimiento –, y la determinabilidad misma del movimiento, es decir la búsqueda del espacio de la representación, el cómo y el en dónde se puede llevar ésta a cabo.

Es en estas dos búsquedas, la de la representación del movimiento y la del especio de la representación, la empresa einsteniana buscaba preservar demasiadas instituciones culturales, algunas de tradición innegable y otras de reciente invención (Newton, la termodinámica).

En la coordinación del movimiento de las manecillas al movimiento del punto de masa, así como en el coordinado de la representación del movimiento y la episteme – el espacio de la representación –, la categoría que yuxtapone ambas fenomenalidades no es otra cosa que el instante de la yuxtaposición. Es el instante el objeto intencional que coordina ambas búsquedas; también es instante lo que concilia el resto. Es el umbral por el se interroga.

Al caso falta comprender el porqué epistémico de esta doble búsqueda; aún faltan piezas para encontrar las proporciones que se guardan entre sí como para pretender la comprensión de la situación. De principio, por el momento sólo cabe decir que la doble búsqueda se origina en última instancia por la destrucción del espacio de representación.

De seguir buscando lo necesario del quiebre –en la consideración de la siempre inevitable imposibilidad de poderla contemplar –, debemos seguir buscando lo posible que abre la búsqueda misma de la representación.

Por ello es necesario observar bien lo que a partir de este punto planteará Einstein, quien no pudo más que someterse a la única alternativa de triangular dos series simultáneas mediante una regla transformadora.

Pero es aquí donde lo posible se hace real, donde aquí el cual y lo frente a la aporía se crean un nuevo camino. Su regla transformadora ya no estará circunscrita a la remisión viciosa que impone la positividad de la referencia.

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