Buscar este blog

sábado, 16 de julio de 2011

La Relatividad III

(Aplicante)

Para Einstein la precomprensión que existe de mi concepto de tiempo en la proposición “la biblioteca cierra a las 7:30” podríase salvar si primero se indicara lingüísticamente en algo así como “la posición de las manecillas de mi reloj en la indicación de el número siete, así como el cierre de la biblioteca, son procesos simultáneos”.

Después sustituiría “la posición de las manecillas de mi reloj” por “tiempo”, quedando así: “el tiempo y el cierre de la biblioteca son simultáneos”. Pero con tal no definiría tiempo más que para aquel lugar donde y desde donde está situado mi reloj. Es decir, en un predominio de deícticos de especialidad, pero claro, seguramente ninguno de mis bibliotecarios llegarán hasta acá a leer esto.

Y es que tal definición pierde proporciones [1] cuando la prosecución del logos se interna a inter-conectar una serie de sucesos que ocurren en otros lugares más allá del sitio de mi reloj y la factabilidad de referencias, el cierre de la biblioteca.

Claro que es de notar que en estos juegos que de pronto aparecen absurdos, Einstein ya estaba fusionando la determinación del lugar con la determinación del tiempo: que la ocurrencia espacial de un acontecimiento no está nunca disociada de su con-currerir temporal. El problema es justo la posibilidad que aquí, como posibilidad, acontece en el “aquí” que funda el resto.

En relación al simple dato que proporciona mi reloj, es cierto, no puedo determinar ni establecer más que el lugar inmediato de referencia en el que se sustenta el propio dato; es decir, el “para qué” intencional del revisar el reloj no es “en tanto que esto” sino “en tanto la otra cosa del ante”, la relación del proceso simultáneo, el cierre de la biblioteca.

En el anverso, la relación del proceso simultáneo es simplemente el proceso que forma lo esencial de la misma situación de mi reloj, el verlo, y que en ello devela la esencia del propio estar de la biblioteca y de su bibliotecario en el todo de su procesualidad.

Por ello puede Einstein decir que el dato de referencialidad que establece mi reloj “(...) deja de serlo cuando se trata de conectar en el tiempo una serie de sucesos que ocurren en lugares diferentes”.[2]

Aquí es entonces donde la imaginación comienza a descomponerse, a defragmentarse, fundiéndose en el ello para retornar creante.

Por razón de este razonamiento, en el punto de origen mismo donde se coloca el punto material, se funde el espacio predispuesto para la observación de la totalidad procesual:

el observador se vuelve observable.

Ante esto, en el punto de origen al mismo proceso, un observador puesto ahí, en el claro de origen, no podría determinar los valores temporales de los procesos simultáneos, que claro, aún cuando el observador cuantifique y posea la cuantabilidad, no supone esto ni tiene ingerencia en la determinabilidad del proceso mismo que observa; que siquiera le importa, mucho menos en su relato puede disponer y crear los números ni las proporciones de transformación estadística que funda la ecuacionalidad de la regla de transformación.

Y es que aún cuando que cada átomo es visto una única vez y nunca más devuelto al tiempo, las posiciones de las manecillas del reloj en relación a los instantes del punto de masa móvil que mi intencionalidad propone, aún no se convencen. Pretenden capturar la magia que ya todo lo acontece cuando que esto, la cuantabilidad, no guarda ni procura relación con los eventos que en cada dónde del quantum prefiguran la magia del acto que todo lo pro-pone: átomo.

Esta simultaneidad que todo lo esconde es de notar que no refiere dos objetos simples, las manecillas del reloj y el punto de masa, sino los confecciona en la pertinencia del verbo que trata de expresar la parte de dos procesos de simultaneidad: “d” Distancia, origen e inicio.

Pero entonces el objeto implicado, las manecillas del reloj junto a su posición, conforman una autosubjetividad completamente única pero que nunca es sible ni sabible: es sólo experimentable.  

En la totalidad del sistema no se refiere sólo el carácter situado del observador que sostiene el reloj, sino representa todo un ámbito de convenciones de referencia en la determinación del movimiento cósmico. El observador es simplemente quien da testimonio de cómo se mueve la totalidad del movimiento, pero su testimonio es simplemente eso, un signo del esto.

Por otro lado se encuentra el punto de masa móvil junto a él, justo lo que se busca determinar del mismo, su relación, su movimiento, pero entonces … ¿el tiempo es la simultaneidad de los relatos?

En términos de Foucault lo que hasta aquí el problema representa es la persecución de una posible conciliación entre el espacio del orden y el orden de la reflexión. El primero se encuentra presente como el movimiento de la cosa que no es una sino dos: el punto de masa y las manecillas. Del segundo se encuentran  objetos que son representaciones científicas del propio espacio del orden, la carátula del reloj y las ecuaciones del movimiento.

Por ello se puede decir que el Postulado de Relatividad es un intento por hacer coincidir el espacio del orden a la reflexión del orden. Tal ejercicio implicó de hecho expurgar del espacio de la reflexión del orden conceptos que se pensaba no eran representaciones, sino la cosa misma, tal es el caso del éter, pero junto a él, también y como se verá, del tiempo y del espacio y de todas las cosas como esas.


[1] (¿la definición intenta instituir el saber, si cesa de definir, ¿qué acontece ante el régimen de cuantabilidad?)
[2] Ibidem. Aquí, por ejemplo, ya se ha perdido toda la legitimidad para construir una historia del mundo, en tanto que cada visión maneja su propia cronicidad en el claro aspergente de la misma cronología. Atendiendo al anuncio del quiebre que suena en Einstein, las guerras mundiales serían la antítesis de la propia historicidad del mundo. ¿El constructivismo historiográfico?

No hay comentarios:

Publicar un comentario