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viernes, 1 de julio de 2011

La multitud

La multitud queda reducida a identidad, una conexión originaria.

Hegel, Filosofía de la Lógica, § 42: “Los modos determinados de esta relación son los conceptos puros del intelecto, las categorías. Sabido es que la filosofía kantiana se enorgullece con el descubrimiento de las categorías. El yo, la unidad de la autoconciencia, es completamente abstracto e indeterminado. Pero, entonces, ¿cómo llegamos a la determinación del Yo, es decir a las categorías? Felizmente en la lógica habitual se encuentran ya las diferentes especies de juicio empíricamente indicadas. Y entonces, dado que juzgar es pensar un objeto determinado, he aquí que las diferentes modalidades del juicio, listas y enumeradas, suministran las diferentes determinaciones del pensamiento. A la filosofía fichtiana corresponde el profundo mérito de haber recordado que las determinaciones del pensamiento necesitan ser demostradas en su necesidad y que son esencialmente deducidas. Esta filosofía habría debido, por lo menos, tener el efecto de no tomar más las determinaciones del pensamiento en general, de decir, el uso del material lógico: las especies de los conceptos, de los juicios, del silogismo, no se tomaran sólo desde la observación y, por consiguiente, de no asumirlas más en modo meramente empírico, sino que fuesen deducidos del pensamiento mismo. Si el pensamiento debe ser capaz de demostrar algo; si la lógica debe exigir que se den demostraciones [exigir se den demostraciones: existencia] y si se quiere enseñar la actividad demostrativa, entonces ésta debe ser la primera en grado de demostrar su contenido más peculiar y de tomar la necesidad.”

El pensar que trata de pensar lo único y lo mismo no piensa,
exaspera,
cae gota a gota a la espalda del signo,
a su derrota.

Cómo llamar esta multiplicidad de ahoras que nacen y anochecen
en sí mismas sin siquiera depender del movimiento de las otras,
digo, sus enlaces, sus empalmes, sus siluetas.

El empalme que traza la filosofía de Hegel ante Kant es la distinción nouménica.

La dimensión fenomenológica de la religión no piensa lo nouménico, piensa
del fenómeno,
la deimoción del noema como subjetividad subjetivada.

Hegel, en la filosofía de la lógica piensa.

Es un paso arriba, un paso abajo,

Como cabritas, arriba-abajo

por los precipicios del himno,

el eco de la cosas.


Cuando ya en la deimoción del noema,
el fenómeno es,
la noesís es la del acaecer de la subjetividad subjetivizadora.



El problema con Husserl es su no retorno a la Fenomenología de Hegel.
De imaginar qué experiencias podrían haber determinado sus intencionalidades,
Es muy fácil revertir el signo, y leer que leyó y qué no leyó.

Y digo, no porque nosotros lo hayamos leído. Sino porque se nos leyó.

Esto es la cátedra.

En ocasiones me pongo a pensar. Pienso en cómo se nos dio clase, cómo se nos enseñó a leer. Cómo nos hablaron de otros textos, echando flores en esto, haciendo hincapié aquí. Nombrando noche tras noche los ocasos que conducen a todo, a lo que llama a sentir.

Quien puede sostener la lectura del uno no es el sí de los mismos. Su conciencia nace depotenciada, expectante de la reiteración.

El problema, la sospecha que deja a la lingüística anondadada es la búsqueda de la categorialidad trascendente que parece asomar entre las noches del bosque y la claridad del día. El lenguaje del hombre que ya siempre tiene la tierra del nombre y la sol de la noche.

Los conceptos puros del intelecto no llaman, son ahí la experiencia de la reiteración de la noche, la puridad de la noche.

¿Cuales son los cantos del hombre?

La secularización es la fabulación del cuento del hombre, de su relato, de su dios, de su elección original.
Esto siempre lleva a la oscuridad democrática.
Una estupidez, los ecos de la distancia,

Un narcisismo demente.

Simplemente hay que ser cabras, hay que ser chivas,

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