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lunes, 27 de junio de 2011

La estandarización del lenguaje II


Busquemos la enunciación de una tesis escatológica respecto al ser-ahí de la historicidad:

La finalidad del mundo (la historia) es el grado de confección y resguardo temporal que una escritura se permite cifrar respecto al tiempo mismo del paso.

Advirtámonos ahora, desde nosotros mismos, a precaver nuestras salidas en la interpretación que hace oír el concepto de nihilismo en el querer que ve en una palabra la actuación del todo cuando que, ahí, sólo está el hueco del tiempo de su invocación (su desventura) como el ser-ahí de la lengua.

Ante el todo apercibido (ousía), se subyace la desolación del tránsito.

¿Quién es este sujeto y cuál es el ámbito de su desolación aperceptora, quién es ésta sequedad demente y deicida?

Cuando se dice que la forma proposición, la forma representación o cualquier otro evento significante, al acaecer de la forma como subyacencia que permanece al pase – su acontecer puntual – le sucede la posibilidad de su acontecer, –la formalidad de su forma–, es tal posibilidad la cosa que se juega en el transcurso de lo actual por lo aspergente.

La actualidad como el transcurrir de la aspergencia mienta en una eventualidad significativa el acontecer real de la praxis, su actualizarse, donde recién la necesidad ha quedado otorgada.

El otorgar que ha sido conferido presenta la pertinencia a llamar los ocasos y establecer el sínodo de la presencia, sínodo donde el ente se haya dispuesto a la disponibilidad de sus empleos.

El actualizarse como el espacio y el tiempo de la espera del ente depositado en el mundo –categorialidad–, mediante este pase de sí, se encuentra depotenciado de cualquier connotación precedente por un efecto fundacional del propio paso que lo ha depositado –el ente – a su disponibilidad: existencia.

El camino que inicia del primero y más simple fenómeno del espíritu –la conciencia inmediata – ya se encuentra siempre transpuestos por la andanza de la meditación en pos de los Hitos que anteceden a nuestros propios pasos. La condición de posibilidad de estos Hitos no es otra que la de las condiciones materiales de su presencia: Mundo e historia mundial.

El desarrollo de la dialéctica de la conciencia hasta el punto de vista de la ciencia fílosófica encuentra como única necesidad de sí el paso arrollado en pos del mismo desarrrollo. De manera que cada categorización sólo posee el signo del evento como único engarce de un ensamblado programado, proyectado, consumido, más no así consumado.

Ha llegado el momento donde la filosofía ha de detenerse a contemplar el aspecto formal de la simple conciencia, que si el punto de vista filósófico –la cientificidad de sus vanidad – es el más rico de contenido y por ende el más concreto no es esto simplemente porque presupone las figuras concretas de la conciencia, lo que Hegel invoca bajo las categorías “moral”, “arte”, “religión”, etcétera; sino porque ya estás categorías singan el paso de su permanencia en tanto consuno y pos de la consumación del mundo: la muerte de Dios.

Cuanto Hegel señala que estas figuras concretas de la conciencia, –estos “estos” – son parte del sistema de la ciencia, son (están) en tanto entran al primer desarrollo de la conciencia puramente formal “como a espaldas de la conciencia”: Mundo.

La meditación, que ya siempre parte de la asunción a las hipótesis por el crash de la representación, cuando que Hegel nos advierte que los problemas que se van presentando en el ámbito de la representación sobre la naturaleza del conocimiento – epistemología –, la fe – teología y otras cosas –, etcétera, no simplemente busca el instante o la imagen del estallido; que si los problemas se reducen (sinécdoque) a su convalidación empírica y comprobacional, tal régimiento de verificación y de falsedad poseen su judicatura ahí donde el pensamiento simple ha encontrado en la lógica, simplemente, la predisponibilidad pre-juzgante (pautado de meta-criticidad del trascendentalismo) para la asignación de sus “verdaderas significaciones”: la mundanidad del mundo.

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