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miércoles, 11 de mayo de 2011

La historiograficidad III: ¿Es ya momento de una revolución universitaria?

Acaso sin plena conciencia de lo que hacía, Sierra introduce la Filosofía de la Historia como una posible respuesta a nuestra soledad y nuestro malestar. Consecuente con estas ideas, funda la Universidad. En su discurso de inauguración expresa que el nuevo instituto “no tiene antecesores ni abuelos…;”

Octavio Paz, De la Independencia a la Revolución.

Una vez expuesto el carácter errante (excéntrico) de nuestra perspectiva, podemos retornar al problema expuesto en el tercer párrafo de La historiograficidad I. Naturalmente el problema se encuentra difuminado en el ocaso apenas perceptible de nuestra perspectiva, de los signos errantes y transnochados en pos de un instante culmen de filosofía de la historia en México.

El problema dice que en la selección de un punto de corte, al aparecer de mi perspectiva, dicho corte no parte del ser de lo estudiado (cuándo podría ser así cuando qué, respecto a la historiograficidad, apenas se ha escrito, mucho menos se ha querido leer y estudiar).

Posteriormente indica que en la selección de un punto de corte ya es éste habilitado desde la selección práctico-utilitaria de aquello que se ha puesto en estudio. Es decir, ante el ser de lo estudiado, ya siempre se encuentra opuesto el acaecer puntual del ámbito selectivo (práctico-utilitario) de aquello que se ha puesto en estudio.

A tal respecto, este acaecer puntual, de momento no puede ser otro que el de la institucionalidad de las instancias institucionales de la Academia: El Saber.

El sí mismo de este otro, ante quién nos encontramos en confrontación, es el ser el instante de la institucionalidad instantánea de las institucionalidades de la Institución académica: La Ciencia.

La excentricidad de nuestra posición marca de principio las errancias en estos tres primeros ensayos del pensar la historiograficidad. No se parte de supuestos, se parte de olvidos y recuerdos en el ir y venir de la formación.

Al caso, en el orden del pensar, esto señala que cada concepto sólo puede ser atendido de manera propicia en el despliegue del ámbito propio del pensar: la totalidad de nuestras andanzas y conquistas: nuestra Europa, eso que anochece en la tarde americana de Tlalnepantla.

Respecto al problema (semilla) el primer planteo dice que en el medio del levantamiento y formulación de un corpus documental y de un criterio de clasificación, viene a ser que nuestro problema caiga en el plexo de la valoraciones. (¿Esto es el terronamiento?)

Cuando decimos que “valor” será interpretado como la vialidad del ámbito de selección práctico-utilitaria de aquello puesto en estudio, estamos dando la indicación de cómo se nos leyó en el claro de ese mismo ámbito valorativo. Al respecto declaramos, uno, sin percatarse de que nuestra investigación es de filosofía de la historia y dos, que en tanto en nosotros se absume la invocación a una práctica milenaria, de momento, solos continuamos, náufragos en una tempestad universal.

De momento, ante el supuesto silencio de las instituciones, sólo en la presunción de que no se sabe nada, ni tú ni yo ni alguien más, ninguno, puede éste único acuerdo tácito entre los amantes inaugurar la opción del diálogo pensante de los pensadores:

Hasta entonces continuamos siendo nosotros, los mismos, los únicos de-potenciados.
El diálogo pre-requisita la nihilidad de toda perspectiva. Un florecer en medio de la tierra (Ven, vamos a pensar,)

(...)La demolición de laberintos...

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