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lunes, 25 de abril de 2011

Una danza de cristales

Cabalgaron a caballo y montaña
sólo para escuchar una vez más el canto del viento;
Viajaron entre viento y viento de arrullo
dormido, hasta consumir sus ojos
al ojo agreste del tiempo:
cascarones consumidos por la edad de la razón.
Siguieron el paso de la tempestad en llanto,
corriendo de aquí allá desde las tierras lejanas
al olvido, el paso del cisne y su tambor
en busca de un suave resplandor de selva,
un eco alado de sus bosques:
Tu canto de pradera y de valle,
de cielo,
en una eterna y verde profundidad
desolada,
sin espacios
sin silencios.

1 comentario:

  1. se cabalga en el viento, cuando hay un canto tan profundo en la praderas del poema, ahora sì, sin espacios, sin silencios, es màs clara la voz detrás el texto, tal vez esos cristales vuelvan a danzar en el rostro aunque los ojos se hayan consumido. Un beso

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