Buscar este blog

viernes, 15 de abril de 2011

Otra oscuridad otro abismo: exploraciones al silencio, "Pinta la vanidad y locura mundana" de Francisco de Quevedo

Map of Tajo river basin in Spain, Karte des hy...Image via WikipediaPinta la vanidad y locura mundana

Canción

¡Oh tú, que con dudosos pasos mides,
huésped fatal, del monte la alta frente,
cuyo silencio impides,
no impedido jamás de humana gente,
ora confuso vayas
buscando el cielo, que las altas hayas
te esconden en su cumbre,
o ya delante de esta peña tosca y dura,
que, de naturaleza aborrecida,
envidia a aquellos prados la hermosura,
detén los pies y tu camino olvida!


El poema de inmediato interpela, te interpele a ti, lector,
me interpela a mi, poeta.
La palabra del silencio está en el tercer verso.
El sujeto interpelado, el objeto de la interpelación,
es aquél que impide el silencio,
aquél que impide al poeta, en su propia piel,
ser su propia boca.

Este aquel impide lo impedido con sus pasos dudosos, pasos donde cree medir el sentido,
Donde cree encontrar el alimento, donde cree encontrar la vida, el camino.
(¿De quién son todas estas huellas?)

Aquello que este aquel trata de medir es la altura de la frente del monte. Este aquel resulta ser el huésped fatal cuyo silencio se ha impedido. ¿Por qué se ha impedido?
Por la altura del monte. La soledad de la cumbre, la desolación de la vastedad y la grandeza del hombre.

Aquello que impide el silencio es entonces la propia hospitalidad del sonido, el espíritu de dios ahí contigo. (Hostilidad)
Aquello que se ha impedido es la muerte de la fatalidad misma, el nunca cumplimiento de la sentencia, la pospuesta erogación de toda finitud, de todo decreto.
(El nunca cumplimiento)

¿Quién resulta aquél? ¿El monte? ¿El Calvario? ¿El día del juicio? ¿Tú amigo lector?
¿Los dioses que se congregan a leer esto?

Hay tantos caminos por transitar poeta.

Aquí sólo uno:

Ese mismo huésped fatal que impide la fatalidad del sí mismo, su muerte (silencio),
es interpelado por el poeta para recibir indicaciones del tránsito.
Es un canto de la vía de los muertos, de las alturas del horno crematorio de la voz.
Este aquel interpelado es encomendado a no ir confuso, ahora, cuanto este aquel tiene que ir a otro lado. (¿Dónde es este tiempo del ahora?)
Lo gravedad de la estrofa mienta esta recomendación respecto a la búsqueda del cielo.
No pide no buscar el cielo, pide no buscarlo jamás privado del género humano.
Al respecto de la búsqueda, ulterior al horizonte de los paisajes, el poeta ordena detener los pasos y olvidar todo lo que antes se tomo como indicación, como camino.

El cese de las peregrinaciones se relata en los últimos dos versos de la primera estrofa:

Oirás, si a detenerte te dispones,
De un vivo muerto voces y razones.

La segunda estrofa inicia con la cuenta y el relato de estas voces e indicaciones:

En esta cueva humilde y tenebrosa
Sepulcro de los tiempos que has pasado,
Mi espíritu reposa,
Dentro en su mismo cuerpo sepultado;
Y todos mis sentidos,
Con beleño mortal adormecidos,
Libres de ingrato dueño,
Duermen despiertos ya de largo sueño
De bienes de la tierra,
Gozando blanda paz tras dura guerra,
Hurtados para siempre a la grandeza,
Al tráfago y bullicio cortesano,
A la Circe cruel de la riqueza,
Que en vano busca el mundo, y goza en vano,
¡Dichoso yo, que vine a tan buen puerto,
Pues, cuando muero vivo, vivo muero!

Esta cueva humilde y tenebrosa, como cuenta y relato, se dice de dos formas, cuerpo y poema, los dos túmulos del poeta y sus versos. En este cuerpo el espíritu, poeta-poema, reposa dentro de su mismo cuerpo sepultado.

Aquí no hay ataúdes, lo que es es confrontado directamente a la tierra, al suelo. Estamos caminando en los círculos del camino del bosque. El poeta y su poema, el poeta y su poema otra vez. (El ser y el tiempo)

En tal círculo todos los sentidos duermen adormecidos, liberados de su ingrato dueño. ¿Quién es este? ¿El poeta o su poema? ¿Cuál de los dos?

Este dormir adormecidos es el dormir despierto del siguiente verso, siempre el siguiente: Propiedad y derecho, satisfacción, los buenos rostros y las buenas maneras, la bruja del poeta que reclama toda la prostitución del canto, “que en vano busca el mundo, y goza en vano”. ¿Esta es la sentencia para todos?

No, justo aquí viene la suspensión del decreto, el secreto del silencio, la exclamación, el poema y su texto:

¡Dichoso yo, que vine a tan buen puerto,
Pues, cuando muero vivo, vivo muero!

La tercera estrofa indica:

Yo soy aquel mortal que por su llanto
Fue conocido más que por su nombre,
Ni por su dulce canto;
Mas yo soy sombra sólo de aquel hombre
Que nació en Manzanares,
Para cisne del Tajo y del Henares.
Llamamé entonces Fabio;
Mudóme el nombre el Desengaño sabio,
Y llamóme Escarmiento.
Muy célebre habité con dulce acento,
De Pisuerga en la orilla; mas agora
Canto mi libertad con mi silencio
;

¿Qué es este tiempo del ahora?

Cuando que aquel interpelado es encomendado a no ir confuso, la palabra del silencio es la suspensión de la propia cuenta y relato, de los pasos y las medidas, de toda marca que no nuestra aquí, en nuestro camino por la tierra, la propiedad de nuestros propios pasos. ¿Qué es todo esto no-nuestro?

¿Qué podría no atañerle al poeta y a sus versos?

Si la exclamación de la anterior estrofa exclama:

¡Dichoso yo, que vine a tan buen puerto,
Pues, cuando muero vivo, vivo muero!

el buen puerto se dice también de dos maneras, el lector y el texto.

En la dicotomía poeta-poema, la tercera estrofa relata el sí de la palabra pensante, la eternidad errante del texto, el ser-ahí del poema, la diferencia:

Yo soy aquel mortal que por su llanto
fue conocido más que por su nombre,
ni por su dulce canto;

Los poemas también mueren,
La historia de todo poema es una sátira.

¿Cuántos de mis poemas han nacido muertos?

En esta cueva humilde y tenebrosa
Sepulcro de los tiempos que has pasado,
Mi espíritu reposa,

El poema.

Agora requerimos pensarlo desde aquello que el silencio impide.

El poema habla en función de un ausente, es la transposición trascendental de la posición lírica del poeta. Si el poema canta, es por qué él ya es la vialidad por donde transita aquello que es el silencio, el ahí donde ejerce su poder, su impedimento.
Así, declara éste, ser sombra de aquel.

La identidad del poema es su eterna errancia al ser diferente, al ser diferido en su propia habitación por sus propias piernas: la hospitalidad es hostilidad y después es enrancia.
La eterna errancia se dice “Desengaño sabio”, este es el nombre de cada paso dado en falso en medio de la enrancia, no “desengaño”, más bien “Escarmiento”, siempre otro poema.
El agora de su verso, el cielo del cisne del Tajo y del Henares, los recuerdos de la bruma y del sol, son el monumento de ser cantado en fama una vez más, en la libertad del recien agora silencio nuestro.
Te soy mío, hermano Francisco.
Enhanced by Zemanta

No hay comentarios:

Publicar un comentario