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jueves, 1 de julio de 2010

Breve diálogo

Ella

Ansío la noche de la roca,
donde puede aniquilar mis más queridas verdades.
Donde siembres mis rosas sin saber
que un día pasé por todas tus almas de derrota.
Sin saber que en tu rostro los soles
alumbrarán otro tiempo. Otro instante.

Aquí, mientras tanto
la carne se inflama y te llama,
la carne se inflama y no eres.
Quiero tu palabra de abismo,
de desolación, quiero tu palabra
de angustia con el ser entre los dos.


Él

Así la voz es despliegue.
Pero banal y habladurías
que no es carne si no es en ti.
¿Entonces?


Ella

Mi muerte no lo tolera,
Esos a quienes obedezco no son mis dueños,
Esos a quienes obedezco son mis siervos.
No obedezco a nadie,
vivo desolada de mi furia y mi rencor.
De mi angustia, de mi desolación.


Él

Suprema caricia de tu mano descastada,
las flores las arrancas con tanta furia,
con tanta gracia.
La noche cobija tu espanto,
el de descubrir a tu lado el cuerpo
de un ser amado.
Pero sólo de tu mano conoces los versos,
sólo de tu mano estas dispuesta a firmarlos.
Cielos e infiernos de tus poesías,
de tus alientos de goce, enfrentada
de tu mano al cielo y al infierno de derroche.

¿Callas? Bien.
Pues seremos hermanos del mismo rencor,
de la misma saliva.
Cada quien con su mano,
siendo espía de los derroteros
donde ángeles y demonios se burlan
de todos nuestros llantos.


Ella

¿La crueldad es moneda corriente entre tus versos?
Parece que tu beneficio fuera la soberbia.


Él

Si soy joven ¿por qué mis dichos no habrían
de ser arrogantes y precipitados?
La crueldad es espejo de tu rostro y el mío.
Deja que mis puños ancianos resanen,
a su tiempo si llega, todos mis crímenes
y desplantes, que, de hecho, no es ese
el motivo de este ensayo.

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