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lunes, 7 de junio de 2010

Costras, siluetas

A la muerte que lacera
y de las costras las siluetas
cirios, tumbas, vendaval.
La caricia a la sombra del árbol de la vida.

El apresto para la noche de tormenta
Donde el iris de los ojos contempla
del trueno, tus dientes y tus recuerdos.
El error.

La música sonó tu pecho
y el plomo fundió la razón.
Eran miles de millones los años alejados los dos.

De la luz que tiembla, tu cuerpo ajeno y distante.
De tus ojos la tormenta ¿en qué hora brotó?
El sepulcro de tus besos en la caricia de color.
Rojo para tus dedos,
Violeta la conciencia y los aprestos.
Pero el vendaval silenció su luz.

Caricia, silencio, la tumba,
El último hálito del sol.
¡Su muerte!
¿Porqué ha de ser lo que es?
Estoy harto de ti y de tu silueta,
de la sangre que retumba debajo de la cicatriz
de tu mano que entonó a mi voz
y de la letra carente de vida que no eres tú.

¿Por qué no me dejas ser yo?
¿Por qué he de ser la sombra del viento?
¿Por qué de grises vistes mi nombre?
¿Por qué no tengo el color?
¿Por qué soplas a cada vela, a cada apresto,
a cada alo que zarpa a tus tierras, a tus islas,
a tus precipicios, a tus cavernas?

Respiras, respiras, ¿por qué no mueres del deseo?
¿por qué tu sombra me intoxica?
Quisiera verte muerta, para abrazarte
y no soportar tu distancia, de las tumbas
que construyes a tus ojos o a tus sombras.

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