Buscar este blog

miércoles, 30 de junio de 2010

Otra noche vivida después de la muerte

Otra noche vivida después de la muerte,
del recuerdo de mundos destruidos en el anhelo de su fin.
De los ojos que vieron el curso de la sangre,
de lo que era su propia sangre y tendría que ser el fin.

Nada de eso fue real.

Entre sombras y peñascos te asomas.
Entre sombras y peñascos no te encuentras.
Entre sombras y peñascos escondes las siluetas del fin.

Aniquilan tus deseos,
y te almibaran en su miel.
De la miel conservas la memoria
miles de amantes muertos en sacrificio,
del anhelo de palpar las entrañas de otro ser.

Convoca a la noche y sulfura el instante,
Que de los infiernos brote la sangre:
de los hijos no deseados,
de las madres aullantes en desconsuelo,
de la rabia de los eones hechos carne,
de la carne que se destiñe en el drenaje.
Traicionados todos por su propio dios.

Que los dragones rediman
cada piedra, cada piel, cada carne.
Se entonces las rocas de la tierra
que palpitan a tus pasos y nunca reclaman.
Se la noche que en sus cantos
festeja a la noche ausente de todos los astros.

Siempre fue tu piel mi hogar

En una isla, carente de tiempo,
te vendí, me vendiste.
Fuimos la llama eterna que memora
un crimen que nadie recuerda.
Que nadie contempla.

Ahí inscribimos sombras y destrucción.
Árboles que sólo el viento plantaría.
Yo temía a la bondad de mi dios.
Tú besabas mis miedos,
para de tus besos convertirlos en estrellas.
Aguardamos entonces del fuego a los asesinos,
que vendrían, como siempre vinieron,
a matar el silencio.
A interrumpir el tiempo, a crear el tiempo.
A plegar el cuerpo en su distancia.
A separar el tiempo en soledad y palabra.

Entonces, al no verte, tuve alma.
Solo así conocí desolación y pena.
¡Era tu recuerdo un maldito presagio!
Era el presagio del amor, de sus cenizas.
De un fénix que habitó el abismo de las pupilas de ambos.

Si muero, lo sabrás.
Y es que siempre me supiste al mar.
A donde vaya siempre estás,
donde muera, ya estas muerta.
Siempre fue tu piel mi hogar.

martes, 29 de junio de 2010

Re-creación

Son movimientos alternos de una misma vocación,
de la misma evocación de la lucha.
Entre los abismos que pliegan los tiempos,
que invaginan la presencia,
que se agotan de su furia y recelo,
que se recrean al ámbito del existir de los cuerpos.

Un Titán llama al ave.
El otro convoca a las bestias del mar.
En su lucha milenios de sangre
despliegan finalmente los artifícios.

En cada llama hacemos nuestros nombres,
con sus restos la batalla posee sentido.
Los hermanos, ya sin piel, se abrazan,
se confunden en su llanto.
Nuestras pieles fueron hechas
de su lucha, de sus agonías y sus abismos.
Del martillo que laceró la noche,
de los colmillos que desplomaron al ave.
Del abrazo mortal ahora posible
en la destrucción de todos los principios.

Todos los frutos de la tierra

Déjame amarnos en paz,
que ningún silencio se llama en soledad.
Que ningún silencio se oculta de sí.
Que ningún desierto es sin el viento del mar.
Que ninguna llama llama en silencio,
y ya siempre crepita de la madera,
del cuerpo de todos los frutos de la tierra.

¡Basta!

Grito ensordecedor del hueco,
de tu nombre y bandera,
de los signos con que limpias
la sangre de tu heroicidad.
De la sátira de mis pasos
junto y acorde a los tuyos.
De la mentira y sin razón.
De la necesidad de tus
Sectas y tus alientos,
de denuncia y de requisito a la paz.

¡Basta!

No más nombres, recensiones
ni credos, no más usos
a discreción de la verdad,
para esconder tus crímenes
y poder, tú, gran deidad.
Sanguinaria y transtorno,
de la violencia en justicia,
verdad y proyecto,
de tus plantas opresoras,
ecuánimes y derecho,
ídolo trascendental.

lunes, 28 de junio de 2010

Se

Se Universo
Se el primer rayo de sol en la luz del tiempo
Se la luna que apenas otorga sombra
o resguarda el viento
Se la intempestiva voluntad de la rosa
Se la brisa que aúlla la sangre de los ancestros
Se la confusión de los rostros de tu aliento
Se el curso de los mares, en sí desastre
de rocas y acantilados
Se la semilla que germina, sin saber de mañana,
sueños ni vanidades
[¡Di no a la inmanencia de la potencia que fetichiza el acto y nos entrega puras mamadas! (“Ojalá fueran mamadas” murmuró el viento a la ola)]
Se el grito que anuncia el primer día
de las nalgas del abismo
Se universo, se rosa, se tiempo,
destempla tus piedras y sana la eternidad
Se umbral y re-corre la presencia,
nos encontraremos en la otra eternidad,
al revés de lo nunca hecho, de lo nunca dicho
Un sombra que apenas, del viento,
sembraremos como rosa

domingo, 27 de junio de 2010

Querida amiga caníbal

Busco de tus dientes y picahielo
la penumbra ausente de ese hielo
en el fuego eterno de lo no consumido
como tiempo vulgar del hielo:
La sonrisa atrapada en tu sonrisa,
los días de cielos y de tus brisas. La poesía.

Busco la noche de tus ojos,
las tormentas calientes del sur,
huracanes silentes de tu risa,
busco las calles donde caminamos el primer día.

Busco la aurora de tus nombres,
busco la silueta del hielo entre tus dientes.
Anoche morí otra noche
en el deseo de lamer el picahielo entre tinieblas.

Claro, sólo lo decía para preparar una tarde,
aguardo otra noche
de tus días y tus vientos australes,
de pingüinos y tormentas.
Otro día de la danza lunar de tu pelo
en los polos del tiempo.
No me importa mucho aquello que llaman realidad.
Incendiarios. Sé que Yo no soy real.
Seré ladrón, me tatuaré la palabra tatuaje.
Seré entonces hielo y punzante herida,
de la piel congelada entre tus dientes
querida amiga caníbal

No sé qué mamada

Tú, maldito tú, tonto idiota,
que brincaste el abismo:
Te metiste cuatrocientos miligramos
de no sé qué mamada.

Llevabas a tu rata,
¿recuerdas? Te espantaban.
¿Le dijiste “hola pequeña rata”?
¿Viste a tus dioses entregarte
el libro de tu ansiada Huasca?
¿O sólo subiste al monte
para ver mejor las lágrimas divinas
del niño en tus ropas?

Te despediste posterizado
aquella mañana, al marco de la ventana
y el mar a tus espaldas.
Cabrón, me espantaste el día anterior.
Cabrón, te esperábamos en la playa.

¿Qué pasó?
Pues nada, cuatrocientos miligramos
de no sé qué mamada.

viernes, 25 de junio de 2010

Entre tus piernas

Las palabras se forjan en tus muslos,
en el brazo que te abraza tu cintura,
y en el otro, que recorre tu espalda
hasta tomarte de la base del cuello:
Mujer.

Toda palabra se abraza, arde.
Hasta el polvo en otra era
fue piel y sudor; y puede serlo otra vez.
Mujer.

La verdad no se eleva al cielo,
orada la tierra y busca las piedras
que le dan su suelo.
Pero… ¿y después?

Una pregunta verdadera no finca respuesta.
Llama otra pregunta que late,
desde siempre, a su interior.

Tuve un dios....

Tuve un dios, oscuro y silencioso,
que me ordenó marcharlo
de su noche de carnaval.

Tuve un dios ausente,
que me dejó tres perchas
para colgarlo de las paredes
desnudas de su voz.

Tuve un dios sonriente,
que en cada muerte silbaba
un sílbido de risa
infantil y carismática.
[infernal e inocente.]

Tuve un dios inconsciente,
que ignoró que me fue
todos los otros dioses,
locos y distantes,
que de versos y en estrofas,
no pedían himnos
si no eran en vasos jai bol
y en las rocas de sus nombres.

Tuve un dios,
que sólo tomaba mojitos
en Varadero, y miraba
a la tarde de la nada.

Tuve un dios,
que silbaba su nombre,
cada noche,
con las manos en los bolsillos
de la gente.

Tuve un dios,
que adoraba a dios,
y nunca supo de su mente
ni de sus grillos.

Tuve un dios,
que va de la noche de sus pasos y sus vientos,
sin saber que la noche ya va sin todos ellos.

Aparato

Rostro mediático de un buda muerto.
Su sonrisa aun palpita de las brumas del aparato.
¿Recibes entonces su señal?
¡Es una estrella que explota sin testigos!
¡Es el testigo que corta su lengua para no denunciarnos!
¡Es la denuncia de la noche que se sibila en el cielo!
¡Es del cielo que arroja el cuerpo de tu santo,
en los templos, y en montañas, todo milenario!
¡Es el signo que hace zzzzzzzzzzzzzzz!

Tzzz, tzzzzz, tz, tz, tzzzzz,

Ah! Cable troceado de mis vértebras.
Cago en el baño de la biblioteca
las piedras de santos, ídolos y muchas puertas falsas.

Tzzz, tz, tz, tzzz.

Entonces me dedico a redimir estrellas.
Dos cielos de batallas indigestas.

jueves, 24 de junio de 2010

Yo también quiero ser sujeto trascendental

Sí, claro, cada cabeza es un mundo, y como el mundo es un planeta, ahí estamos cada uno en una órbita errática e ignorante del resto, alrededor de un sol aún más ajeno y distante.
Lo curioso es que justo en ello se finque nuestro imperativo de libertad: girar todos la misma órbita respecto al mismo eje. Y aún así nos llamamos indivíduos. ¡Perfecto! ¡Alabado sea Kant! Que cada quien haga lo que tiene que hacer, lo mismo, incluso la originalidad, aún cuando nadie lo temple así, que al final el Estado soy Yo.
Pues después dicen que Hegel era un teleológico de mierda, ¡maravilloso!, ¿Cómo lo pueden negar si lo tenemos hasta el culo? Así nadie ve lo escatológico del individualismo narcisista, y quien lo ve sólo escucha la vanidad de su propio eco, incluso tú fraulin Freud. Todos nos encontramos en los mismos textos y en las mismas verdades trascendentales. ¿Posmodernidad? ¡Basta de chingaderas, tipologías e intentos de clasificación y especificidad! ¡Ya chingamos!, ¡el exterior de la caverna! ¡Cada quien, el uno y el mismo, con su parcela de cielo!, ¡cada quien, el otro, por sus espejitos olvidados del ser! ... Indigencia, pequeña hermana, ¿aun me esperas? ¡Que Yo también quiero ser Sujeto trascendental!

miércoles, 23 de junio de 2010

La primera centella

Me dedico a los alucines fantastáridos,
entre la merienda matutina y el sol de las lunas saturnales.
Escribo lo que el enano escribe que calle.

Susurro las gotas de la rototransmicionalidad
de los agujeros-tropos de tu perspectiva de mundo,
el hueco de las noches de tormenta eleática
donde mi ancestro Platón, la muy puta ella,
fincó los dientes que remuerden tu conciencia.

Me encantaría tallar tu silueta en el fondo del vaso,
pero sin más mezcal de por medio,
no hay lugar del lenguaje donde podamos dirigirnos,
sin las marcas de venado, sin las marcas del vaho
que sus dientes sulfuraron a tu mirada.
La muy apestosa, la muy loca ella ¡Ahggggg!
¿Quieres arcoiris? No servimos esa botella
en este plano candente de tu boca contra la mía.
Un bar en Amsterdan resguarda los asientos
de mi vino y mi desidia, un desierto asolado
flanquea mis pasos por las letras… por tus letras
y tus muslos, por mis sonrisas y la mirada de obseso
que te dono en el contacto de tus sustantivos
y mis jueves por la noche.

Sí, lo sé, te llenas de oficinistas,
pero en alguna estrella hallaremos la madriguera.
El respaldo de los colores de tus ojos
fantastáridos de aliento y afters por la primera centella.

domingo, 13 de junio de 2010

La sombra del sol

El rostro de muerte de tu dios hecho carne,
la circunvolución del conejo reflejado en la primera noche
de los tiempos de burla y carnaval:
el agobio de la doble esencia confrontada en el signo:
la piedra oscura que señala el final, la sátira, la charada,
la desgracia, el alcohol de sus venas en deuda con el signo.

Doble esencia del ave que lacera las nubes,
la carne apetito del cielo y el cielo que rehuye
a la muerte de tus tiempos, al corazón del palacio,
nunca visto, nunca visitado, corazón penumbra
del dios hecho angustia, desolado, hombre-sol
confrontado con su sombra en la noche del reflejo
de su rostro perdido de su antiguo nombre,
del augurio conocido pero no esperado,
de su antigua invocación que construyó al hombre,
sus pasos y sus palacios al sur del cielo,
en roca conocida por su resplandor.

Todas las invocaciones: todas las sombras
todos los escalones,
Banderas, estandartes, la esencia confundida
en un solo nombre, habitantes
del ombligo de la luna, el nombre de muerte
del dios, dios ahora ausente.

Los tambores de la guerra que vuelven a blandir
en los golpes o los signos del sonido de la noche
que se clausura en locura y desesperación,
es el destino del dios-hombre perdido de su aliento,
de su voz, de la pluma que gravita de la tierra
alejada de su sol, la sombra, la serpiente.

En el camino de la tierra en la insurgencia
del quinto Sol, radiante como una noche de violencia,
escama de pedernal que palpita de tu gloria.
Del agente que muestra los días en sus noches,
animación, que palpita del cuero tañido que blande del tambor,
las pieles depositadas en el suelo cuanto antes fueron estrellas,
cuando antes fueron y ahora son el resplandor
que yace del reflejo de los ojos del conejo,
de la noche, de la muerte, de la luna,
de las plumas de su carne, de la locura y de la desesperación:
Del espejo que refleja su reflejo,
del espejo que muestra su luna al sol,
del dios que teme morir y no ser dios.

Ajeno, se levanta en alarido, violencia y rencor,
violencia y temor de ser el reflejo del dios
que antes fue sombra y antes fue mar,
que antes fuera conciencia, palabra y razón,
que antes fuera propiciador del amor
y ahora teme ser noche de la noche de su alarido
y su potencia, perdida en la noche del alcohol y
la alteridad de su vocación: la partida y la peste.

Signo perdido de su signo, el torpe afán
de conciliar cuchillo y pedernal,
la pluma y la escama en combate
con el signo de luz y la asignación del final,
del ocaso y del conejo, la violencia recurrente
como sueño, ahora la muerte del hombre,
de la mujer, del niño, del animal.

El designio de la voz, zozobra, despertar,
y la voces de la tierra que te aguarda para ser tu mujer,
y tu madre, tu diosa, tu ocaso, tu inmortalidad:
la historia de otro Ser en la promesa de tu regreso,
del final de la era de este país maltrecho de tu ausencia,
de tu violencia, de tus garras que desgarran tus venas,
de las espinas que clavas en tus labios
y que ahora… ahora me obligan a callar.

Cantos y encantos

Poetas que escriben a poetas,
que se desencantan en su encanto,
que se encantan de sus desencantos,
que se encadenan de sus cantos,
y que sólo cantan de cadenas
y de abrazos.

¿Por qué? ¿Qué no cadena
es libertad y sus cantos
emprenden el vuelo a la
fuga del laberinto?
¿Del escape del monstruo
de sus pasos y desencantos de sirena
atrapada de sus encantos
y soledad?
¿O en sus risas y sus llantos,
de los que cruzan la mirada fraternal,
del alivio que gravita
de cantos y de encantos en la silueta
de la rosa sus palabras y sus rocas junto al mar?

Los encantos que desgranan las olas
en el fondo del estanque encuentran
a tu rostro y sus redenciones… pero

¿Son las de las almas moribundas
heridas de su rostro y de su nombre,
perdido entre tantas ropas y encajes
de sus cantos y espumas del romper
junto a la costa?

¿O no son ya las letras
los abismos que se pliegan
sin sentido al plato de la garza?
¿No son sus ropas las que
convidan del vino de la mesa
al despuntar sus versos y sus rosas?
¿No es el sol sus palabras
y el aliento que convoca
al marinero a quitar las cadenas
de puerto y zarpar?

Siluetas del abismo en el teatro de la tormenta

Decir tormenta y entonces nuestras nubes crujan
de las playas las tormentas a llevar tus nombres al desierto.
Y de las montañas la tormenta de tu pecho
al sorber de tu aliento: el hijo de la sal tu sudor:
la tormenta.

Lo sorbido de tus nombres el nombre de la tempestad.
Y en cada gota uno de tus cabellos
Y en cada cabello el trueno de lo dicho
en la sal de lo sorbido, en la inhalación:
De tus nubes emergentes de tus mares primigenios.

Y de tus manos ahora la voz de los tiempos,
el poeta, que remoja sus lenguas en tu tormenta,
hija de la tempestad.
Truena, retumba y el silbido,
Truena, retumba y la noche de tu voz.

El desierto, ahora roca, de tu pecho mamando
gota a gota tu sudor.

Truenos, la tormenta, retumba y silbido que azoran
las arenas de las gotas y tus piernas
en la pluma de mi voz.

La tormenta que atormenta, retumba, y en cada gota
fuente de tus nombres a las nubes que no cesan de descargar.
Confunden así las letras y las tormentas.

Entonces la pluma en sudor comienza a escribir la palabra,
sal de tu piel, la tormenta, de los cilios la tempestad,
y tus pies al desierto del papel silbido
que azora las letras de las palabras arena, tormenta, tempestad:
El papel que conoce tus violencias y abismos.

Pero el tiempo de la tormenta
nunca fue el destino de la tempestad:
Entretejimos los augurios para soportar sus descargas.
Así lo silente y lo aullido retornan al palpitar.

La tristeza de lo aullido,
y el aullido de lo silente que vuelve a emerger de tus playas.
De la tierra que gravita las auroras
de la tormenta invocada al concierto de la voz (y en la pluma).

De la tormenta de lo aullido y de lo aullido tu no voz.
Así la noche cumula las nubes de la tormenta [tu sangre] la voz.
Una, dos, tres violencias en tu espalda tatuadas con la tempestad.
[¿Algún día escucharé de los silentes tus nombres?].

Imposición y retumba el pavor,
del asombro acontece no causado,
de la palabra ejecutada y la tormenta,
lo concorde a la tempestad y sinrazón.

viernes, 11 de junio de 2010

sin título pues no es piel

Volutas de la sangre en la pared
se precipitan al peñasco de tus ojos
que la rosa (la violencia) no aguanta el llanto,
se despecha de la mancha (joder)
y en cada veta una rosa es tu piel.

(Descarnada, sin hueso, sólo piel)

El fuego, la sangre y el calor de ladrillo.
Levantas sueños y me esperas mis entrañas,
las tejes, las levantas, las precipitas
y ahora las letras son el peñasco (o la araña),
donde en cada gruta revelamos
nuestros ángeles y nuestros pasos.

(velamos el cadáver ausente de sus versos asexuados)

Alas, las volutas no manchan de tus robos,
pero a las letras no le atañen nuestros rostros,
o nuestros pasos o siquiera un calcetín.
(susurro: ella sólo quiere tus uñas)
De la sangre su pañuelo, de los tiempos
tus lazos en tantas palabras dichas en vano.

(Pielpielpiel en esquizofrénica pared,
acolchonada nuncasangre y la cabeza es nada
no tiene sangre
no tiene nada.)

De tantas palabras que no atañen a los dos,
de los dos que laceran el espacio,
Donde cada palabra es un abrazo
y cada brazo el verso del viento
(del papel de la inhalación y la bocanada).
escribe de las volutas la palpitación
de la sangre pulverizada
de la piel que es roca y nunca verdad o acero.
(son tus versos)
De la piel que es ocaso de la pared.

lunes, 7 de junio de 2010

Carta de inversiones

Sólo trato de pensar lo único de mi misterio. Los puntos, los engarces, las distancias y las posibilidades de lo petrificado sólo se pueden ir develando en la mantención del círculo de lo mismo y la primera obsesión.
Los “niveles” de significatividad se pliegan-desplieguan en las semánticas sobrepuestas de las “experiencias”, los rostros, los abismos y sus letras. La circularidad no es un vicio, es. Sus sonidos no atañen al inocente, al que busca la redención o el absoluto, mucho menos la diversificación de los “temas”. Sus olas y frecuencias intentan devastar lo que se confunde como piel.
Esto, lo signado en pos del tacto, es lo aullido que confiere el intento por señalar las voces de los gritos, de todo aquello que ha de ser destruido en cualquier flecha, en cualquier fachada, en cualquier filosofía. Lo signado busca el erizarse de la piel en el contacto de la voz y su circunspección.
A tal respecto, aún cuando ya no sea tiempo de manifiestos, postulo estas cuatro tesis que “formalizan”, o mejor dicho programan la empresa de la devastación de lo petrificado.

1.- La palabra fundamental alcanza para transformar cualquier certeza en inseguridad. En tal sentido, la palabra fundamental pone en entredicho al poder. Esto significa(conferencia del ser) que la poesía no se interpreta, se recibe, se revela.

2.- En poesía no existe la palabra última, pues al final todo retorna al punto de su origen, el pólemos.

3.- El signo es el acontecimiento de sí (a ésta subyace la convicción de que el signo ya siempre se encuentra asumido y se consume como fetichización del acto sígnico o evento significante). En términos de método, lo aullido consiste en rodear tal fetichización desde la tesis de la metáfora como transposición del sentido. O literalmente, en el erizarse de la piel y los pies en la tierra, es decir como asignación de la obra y como designio de su revelación.

4.- La determinación del ser de la palabra como posibilidad categorial, es decir, como acto procreador (propiciador del sentido del acontecimiento), encuentra su opuesto en el concepto tradicional de acción, comprendida ésta como contenido de la forma. Donde además se entiende acción desde la comprensión de una temporalidad general y trascendental de las acciones humanas. Tus ojos.


No busco una retórica del existir humano; ya antes se trata de la devastación e indigencia de mí con respecto a lo retórico de las formas y estructuras. No soy mi juez, ni mi justicia. Sólo me encuentro en pos de propia voz, pues el Ser es acontecimiento de la palabra que funda el claro de la emergencia (insurgente) del Ser-ahí. (cfr. Heidegger :)

En mi sueño

Eran del recuerdo que contempla
los instantes del recuerdo
Apocalipsis de tu memoria
plagada de rocas y de sueños,
las siluetas de lo informe
que aguardó tu palabra fundación.

De la roca palpitante
que aguardó el Apocalipsis de los dos.
De la risa que sulfura y comuna los abismos,
De la tarde que se agota en el suspiro del sol.
De todo ello estaba hecha mi angustia.
En mi sueño, de ella estábamos hechos los dos.

Costras, siluetas

A la muerte que lacera
y de las costras las siluetas
cirios, tumbas, vendaval.
La caricia a la sombra del árbol de la vida.

El apresto para la noche de tormenta
Donde el iris de los ojos contempla
del trueno, tus dientes y tus recuerdos.
El error.

La música sonó tu pecho
y el plomo fundió la razón.
Eran miles de millones los años alejados los dos.

De la luz que tiembla, tu cuerpo ajeno y distante.
De tus ojos la tormenta ¿en qué hora brotó?
El sepulcro de tus besos en la caricia de color.
Rojo para tus dedos,
Violeta la conciencia y los aprestos.
Pero el vendaval silenció su luz.

Caricia, silencio, la tumba,
El último hálito del sol.
¡Su muerte!
¿Porqué ha de ser lo que es?
Estoy harto de ti y de tu silueta,
de la sangre que retumba debajo de la cicatriz
de tu mano que entonó a mi voz
y de la letra carente de vida que no eres tú.

¿Por qué no me dejas ser yo?
¿Por qué he de ser la sombra del viento?
¿Por qué de grises vistes mi nombre?
¿Por qué no tengo el color?
¿Por qué soplas a cada vela, a cada apresto,
a cada alo que zarpa a tus tierras, a tus islas,
a tus precipicios, a tus cavernas?

Respiras, respiras, ¿por qué no mueres del deseo?
¿por qué tu sombra me intoxica?
Quisiera verte muerta, para abrazarte
y no soportar tu distancia, de las tumbas
que construyes a tus ojos o a tus sombras.

Obseso de tu carne y tus vientos

Quería sufrirte, quería besarte
Quería ser el instante que lacera
en tu piel y mi piel todas las palabras
y todos los instantes de mi piel y tu piel
en un solo tiempo de montaña o abismo.

Quería sufrirte, quería besarte
Quería ser el instante de la piel cual punzón
Que contorna las palabras a las cosas
de tus labios a los vientos
Quería serte poesía en las entrañas
de la rosa que desconoce las palabras
y permanece en los alientos

Quería serte sino en la piel
Hado y palabra oscura
Que reclama el sentido de la pitia
En los vapores tornasoles de tu presencia
En mis manos y mis tiempos
Obseso de tu carne y tus vientos

miércoles, 2 de junio de 2010

patria, tierra, nombre, nación

El nombre maldito de todos tus pueblos
y todas tus tiendas las aldeas
laceradas que aun manan la sangre
de tu victoria. Tu victoria
y lo ominoso de tus nombres. abandonado
de tus dioses sobre los que imperaste
y con violencia y victoria,
y con lujo de detalle la roca
en extinción de su corazón
aun palpitante ofrendado al sol.
México.
El artificio de lo amado
que respira sólo en lo luz
de tus relatos incestuosos.
Costumbres, impuestos de la repetición,
incesantes de los nombres de tus piedras,
el olvido del quinto sol.

¡Ah! misterioso aliento
de tus vientos y tus goznes,
el vórtice y la puerta
que presentifica dos instantes.
Ahora es tarde. Aun no es tarde.
¿Y si el hoy se aniquila como anoche?
Es imposible la luna imposible de tu nombre.
Del fuego que lacera la roca,
De la roca que atrapa el fuego,
De la pluma reptante que aúna
símbolo y razón, el nombre de una
tierra lacerada por tu nombre,
del abandono de sus dioses,
o los lagos en que el dios se morfó:
Los siglos sin historia
y los siglos sin razón,
los siglos que sulfuran el adviento
de una torpe invocación.
México,
He de cambiar mis pasos de ti.
He de alejar tu nombre
al olvido de la imposición y
los pasos del olvido al mar
De tus costas y tus héroes,
los huesos calcinados en
desiertos sin sol y sin augurios.
De tu tierra sin futuro, las montañas,
por tus crímenes: el relato y la desesperación.
De los encuentros en que no piensas,
de las noches en que te alejas,
en las noches en que otro sea
el tiempo de tus pasos y designios.
En que el nombre diga su verdad.
En que el ser se indigne de tu memoria.
En que la abertura de tu templo
redima la sangre de tus glorias.
En que tu nombre sea sangre.
y la sangre corazón, pasos,
peregrinación.
Soy de la noche
que oscura las luces.
Silencio o el frío de tus piernas
[un jamón],
el abrazo que dura la eternidad
de tus manos o tus pechos.

Mamadas lacerando el ardor
de una palabra indecente
que ahora llama tu voz.

Tierra y el látigo susurra tus templos.
Así la noche cae y cierra tus ojos
cuando sucumbes a su sueño y habitación.

compositor

¿Compositor?
¿y qué necesita compostura?
¿los alientos?
¿o los vientos que reposan
en ninguna letra
ni en ningún renglón?

Hija de la noche,
¿perdiste tus siluetas
al abrazo que oscura
las mientes o reposos?

¿O fue la noche en que pereciste
al ritmo de tus pasos del Señor?
¿Uno a uno para comprender
los truenos de tus nombres?

Uno a uno soy el viento,
ignoro todas tus voces,
ignoro todos tus ciervos,
o todos tus bosques.

Uno a uno lacero el nombre
de las manecillas del Señor,
Uno a uno ingiero los pasos
de la amargura de la noche
en que el viento no sopló.

del tiempo y las agujas

Arrebatos líricos
que reclaman tus venas.

Ding, dong.

y las agujas que convierten
tus ojos en sus velas.

ding, dong,

haces la mar y tu boca
susurra los vientos eternos.

Ding, dong,

Y a sus campanas el ave
emprende el vuelo de tus pasos

ding, dong,

Por que escribo es que existo,
y de tu piel me ingiero,

ding, dong,

ahora reversas miradas
presa de tu última inhalación.

la tizana que se consume al hervor

Rebotas de mi frente
y oscuras la noche amarga
de la tizana que se consume al hervor.

Silencio y no hay grillos.
Silencio y la luna desdibuja tus pasos.
Silencio y lo palpable renuncia
a todas tus voces,
al aliento de la noche que
ignora tus sueños o tus oraciones:
los rayos de un sol ausente.

Tus desplantes y del rostro,
todos los amantes amados
de incógnito en la tierra
de tus piernas o en las abejas
de tus adioses o llegadas
abiertas en el tiempo
de la tarde de mi verano.

Cuando el silencio rebotó
de mi frente y los panales
fueron congregaciones del adobe,
entonces los hombres fueron
puestos a oración.
De todas tus advocaciones, muertes,
puertas, tus conventos y demonios:
tus mientes y la luna que
flanquea todos tus pasos o ratones.

Cielos, estrellas y la arena,
del tiempo que confluye a tu carne,
al aliento o a la tierra que se traga
tu garganta en silencio.

Los fuegos fatuos o loterías del fracaso,
la mirada de un sonido
que se consume y se consume o
del cuchillo que indaga tu piel
o tus labios de mieles en Egipto.

Oxidado, sin nunca aniquilar las velas,
o los silencios de la hoja que laceró
a la noche oscura que ofrendó tus muslos
a las estrellas de tu cuerpo plagado,
o a sus piernas y la tumba caliente:
el sarcófago de tu amor y tu aura palpitante.

Ahí los grillos silbaron
todos tus arrebatos o las
estaciones del tren,
entre tu carne, tu piel y tus venas,
en los intersticios de la sangre
y la marcha del convento.

La silla

Confundí tus piernas
conlos brazos de una silla.
Una, dos, diez mesas
más allá de donde el mar
supo de tus lágrimas
y tus rodillas laceradas.

Sostenían los vasos del tiempo
que servimos de la tarde y del sol.
O la noche en que al levantarte
manché mis manos de tu sangre
o de tu voz.

Nací de la noche enfermo

Nací de la noche enfermo
Y sibilante de tu boca sobre mi pecho.
Del intento de transmutar
la muerte en aliento,
y tu mirada en los pasos
del viento [el arrecife.]

Es que escribí de los tiempos
las vibras de mis arrecifes;
hondonadas y montañas del pecho,
manantiales y lagos superiores:
el aliento a unos labios etéreos
que nacieron en la rebelión
de la tierra fijada a tus pies.