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miércoles, 21 de abril de 2010

Asignación, designación, siempre y destino.

El absurdo no se disuelve. Él depende más bien del evidenciarse del carácter representacional de aquello que al realizar lo asumido en términos de coherencia o pertienencia, lo “verdadero”, de súbito se devela como relativo a X, pertinente en los casos X y Y, o excluido en las ocasiones Z. Tal evidenciarse de la relatividad de lo “absoluto” nunca refiere un proceso lógico. Antes señala algo eminentemente histórico y poseedor de una innegable y la mayor de las veces impresionante –incluso terrorífica – dimensión plástica. Diría Deleuze que se trata de un efecto de superficie.
El acontecer del absurdo es simplemente el choque de dos series causales que producen algo que no posee la misma lógica representacional de ninguna de las dos series que lo causaron, inaugurando en ello y a pesar de los parecidos, una nueva dimensión estética. Diluir el absurdo implicaría –más allá de lo insensato y sin embargo tan común en el negocio de la historia –, el erradicar del registro histórico-arqueológico el acontecer del sinsentido acaecido; o incluso y más peligroso aun, conlleva la inserción de remisión del sinsentido en términos de una justificación teleológica e incluso escatológica. (En medio de la empresa platónica de sometimiento a la memoria, la poesía y el mito, en el ocaso de la tragedia y la emergencia de la filosofía crítica, ¿es aquí donde tienen su pertinencia discursiva-real las mitologías de Platón?)
El acontecer del absurdo y la significación de sí en términos poéticos, no pone a prueba nuestra fe o nuestras creencias en tanto acciones efectivas. Tampoco prueba o demuestra la separación de la mente y el cuerpo o cualquier otra dicotomía que acuda a nuestro pensar. El absurdo, antes, al ser un evento, se eventua de un modo peculiar, justo el de la contradicción, la paradoja, el sinsentido, la ironía; o en términos más existenciales, en las metáforas del tiempo perdido, la pérdida de la fe y la enunciación de las palabras inútiles.
De hecho, el absurdo en cualquiera de sus formas, posee una función esencial en el pensar, y con él, su utilidad básica como práctica representacional que persigue la creación, la poiesis, pues eso verdadero que se toma como punto estático-referencial para cuantificar el movimiento de algo en términos de temporalidad, aparece no como punto referencial sino como valor universal por el efecto positivo de lo absurdo. Aquí lo horizontal se torna vertical.
Ahora bien, una cosa es el denunciar el carácter de punto referencial de lo tomado por verdadero en sí, y otra el llevar eso verdadero a su actuación efectiva dentro de la interpretación de un evento significativo con respecto a un evento significante. Más allá incluso de esta actuación de lo verdadero, está la actualidad misma de lo verdadero, que como tal es el mismo movimiento del ámbito de posibilidad categorial. La intersección dinámica y topológica de los dos planos, la verticalidad-poder de la verdad y la horizontalidad de la dimensión plástica.
Dicho movimiento es propiamente lo que hemos tratado de historiar con los riesgos, deficiencias y experimentaciones que tal historia requiere para ser por un momento –y sólo por un momento – aprehensible en términos que reporte expresividad para un lector. La poesía por ser lo más cercano de lo más lejano –el mito –, está demasiado acostumbrada a esos juegos trascendentales de verticalización del sentido; incluso mejor que la filosofía.(1) Nosotros, aun pretendiendo movernos en ambos ámbitos de pensamiento, hemos de convertir el espejo de la reflexión en una habitación donde queremos refractar el sonido de las palabras una vez ellas se encuentran invertidas, – o transvertidas, mejor dicho. Nos referimos metodológicamente al arte de invertir las perspectivas.
De este modo el evento significativo y el evento significante se presentan mutuamente (simultáneamente) en la coyuntura del acaecimiento de la voz sígnica. Primero como el advenir del eventuarse designador de sentido (signo efectivo) que es el evento significativo por sobre el evento significante, y segundo pero no distinto o disociable, como retrotraimiento del eventuarse asignador del nombre que es el evento significante para con el evento significativo. Tal fenómeno sólo puede expresarse comprensiblemente en los términos del siempre y en la determinación de aquello que llamamos destino.
Es en el juego especular del proceso total de la significación –totalidad siempre actual y actualizante –, donde podremos observar el momento puntual de la signación. Claro que esto será empeñar al máximo la palabra, pues en tal riesgo esperamos obtener un rédito que nos conduzca a poder inteligir la esencia de los acontecimientos de asignación y designación a los que es sometido el acontecimiento en términos historiográficos.
Tal paso, aun cuando presenta riesgos enormes, es el tránsito esencial para poder inteligir por un lado el cómo de la adjudicación de sentido en tanto existir de lo existente a aquello que es significativo, aquello sometido ya siempre a valoración poética e historiográfica.
El otro lado, lo que nos somete y nos compromete aun más con la historicidad, reposa en última instancia en la adjudicación o intelección de sentido por parte de aquel que procede a receptar e interceptar una representación que lo interpela. En dirección a tal proceso, que ya de lleno nos lleva en la dirección de la transferencia y de los cursos topológicos del discurso adjunto, adjudicado y adjudicante de sentido, nos topamos con Freud y sus interminables cruces de camino transferenciales.

(1) Aportes a la filosofía. Así mismo la poesía y la elaboración del mythos en tanto trama, evidencia la función heurística que la metáfora posee no como imitación en el trabajo de la mimesis, sino antes bien, la poesía, lo poético de todo discurso, incluso el científico, conduce a una reelaboración que traduce lo extraño de un campo a lo aprehensible de otro. Cfr. La metáfora viva de Ricoeur

1 comentario:

  1. La pregunta por la estética, por tanto, no es la cuestion de la referencia, sino la conferencia.
    El problema de la estética, y por tanto del existir humano mismo es el de la confección.
    Por eso confección del conferente en la conferencia del ser lo nombro asignación, designación, siempre y destino.
    Al decir que "Tal fenómeno sólo puede expresarse comprensiblemente en los términos del siempre y en la determinación de aquello que llamamos destino." dicho fenómeno de tranversión y subversión del evento significativo y el evento significante, de principio aparece sustancializado como la belleza, la justicia, o la verdad. El terreno propio de la metafísica.

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